En las últimas décadas, el crecimiento económico en América Latina y el Caribe ha sido decepcionante, por lo que millones de personas se marchan de sus países de origen para encontrar mejores oportunidades de empleo y educación. 

Entre 2015 y 2022, el número promedio de migrantes en la región aumentó 80 por ciento y las causas que originaron el éxodo van desde sequías, inundaciones hasta incendios forestales, huracanes conflictos armados, delincuencia  y crisis económicas severas. 

Sin embargo, no toda la migración es sinónimo de datos poco alentadores. De acuerdo con el investigador del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Juan Pablo Chauvin, la migración tanto interna como internacional abre vías para el crecimiento y la prosperidad de las ciudades a las que llegan.

En una reciente publicación elaborada por investigadores del BID, titulada “Repensar la Migración Urbana en América Latina y el Caribe”, el también doctor en políticas públicas por la universidad de Harvard sostiene que la migración aumenta la fuerza laboral e incrementa de manera potencial la productividad.

Señaló que los migrantes, que suelen ser más jóvenes,  rejuvenecen  la  fuerza  laboral, y a menudo impulsan los ahorros y la inversión, además, pueden mejorar la productividad de un país al reasignar los recursos humanos desde localidades con baja productividad a otras con alta. 

Por su parte, Matías Busso, economista principal del Departamento de Investigación del BID, advierte que el éxodo masivo de migrantes tanto locales como externos a las ciudades también trae consigo la creación de cinturones de miseria alrededor de los grandes centros urbanos. 

Explicó que cerca del 18 por ciento de la población urbana de la región reside en barrios informales, por ello, añade, es urgente aplicar políticas públicas para que el aumento natural de la población se convierta en un motor clave del crecimiento urbano en América Latina.

El ritmo lento de crecimiento en la región pone de manifiesto que la productividad de nuestras ciudades sigue estando por debajo de su potencial, por lo que la región debe de aprovechar las oportunidades con la llegada de los migrantes, añade.

Transición Demográfica en América Latina

En las últimas seis décadas, los países de América Latina y el Caribe han experimentado una transición demográfica considerable hacia la urbanización. 

En 1960, la mitad de la población de la región vivía en zonas urbanas y hacia 1990 esa proporción era del 70 por ciento, y para el año 2000 había ascendido al 75 por ciento. En México es de más del 80 por ciento.

A pesar de estos niveles de urbanización ya altos, afirma el investigador, el crecimiento urbano no se ha detenido: actualmente, alrededor del 82 por ciento de la población se concentra en las ciudades, es decir, casi 530 millones de personas viven en menos del 0.7 por ciento del territorio de la región.

Reflejo del bajo crecimiento económico de la región en las últimas décadas, el estudio compara que en 1960, el Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina equivalía aproximadamente al 30 por ciento del PIB de Estados Unidos. Y actualmente, es cerca del 25 por ciento. 

Matias Busso explica que en los llamados “factores de expulsión” que llevan a los migrantes a dejar sus ciudades de origen en la región se debe a los efectos del cambio climático, los cuales, advierte, se están volviendo cada vez más habituales. 

También, asegura que estos flujos migratorios también están teniendo efectos negativos en la economía de las comunidades que se quedan sin fuerza laboral, la mayoría jóvenes.  

Para impulsar la contribución de la migración urbana a la economía de las ciudades, recomienda aprovechar el capital humano de los migrantes calificados, así como su perfil de edad más joven, y mitigar los impactos negativos de la migración en los grupos vulnerables. 

Y también combatir la discriminación mediante intervenciones que generen empatía con los migrantes y aborden los estereotipos desfavorables. 

Es importante mencionar que la mayor parte de los migrantes de la región provienen de países con economías sumamente frágiles como Honduras, El Salvador, Haití, Venezuela y Cuba.